martes, 7 de agosto de 2007

Harry Potter va a la Universidad Invisible 1

Harry Potter descendió de la diligencia donde había viajado todo el camino con Hermione y Ron. Estaba en una plaza atestada de gente, donde el olor era tan penetrante que en seguida su nariz se taponó vencida. Bajó los baúles de la parte de atrás, y fue a pagar al conductor.
-Son diez dólares por cabeza. -dijo el conductor.
-¿Diez dólares? -dijo Harry. -Nosotros no tenemos dinero muggle.
-Mugre o no mugre, el dinero es dinero, niñato. A ver qué tienes.
Harry mostró un par de galeones.
-Eso bastará. Lo mismo para tus amigos. Y.. eh... una de esas plateadas por cabeza.
-¿Por qué?
-Las tarifas del Gremio. Están quisquillosos con el asunto. Ay, todavía recuerdo los viejos tiempos, en los que asaltaban la diligencia y asesinaban a sus ocupantes. Accidentalmente, cuidado, y sin cobrar por ello. -se apresuró a añadir.
Harry volvió incrédulo, tras pagar por los tres. Sus baúles estaban ya en el sucio suelo, donde era más notable que en cualquier otra parte que en aquella ciudad no había alcantarillado. Excepto, quizás, en algún callejón. Hedwig uuló nerviosa desde su jaula.
-Tranquila. -dijo Harry. -Hermione ¿seguro que es aquí?
-Sí, Harry. Esta es la mejor Universidad mágica que existe.
-Estamos lejos de Inglaterra. -murmuró Ron.
-Pues claro que estamos lejos de Inglaterra, cariño. -respondió Hermione. -De hecho estamos en otra Realidad.
Ron nunca había sacado buenas notas en Física Mágica Multiversal, una asignatura optativa de séptimo a la que se habían apuntado los tres. Mejor dicho, a la que les había apuntado Hermione. -Cielo, -dijo Hermione posando su mano en el hombro de Ron. -será mejor que me dejes hablar a mí.
-Como quieras.
Mientras tanto, Harry volvía hacia el grupo, con algo entre las manos.
-¿Qué es eso? -preguntó Ron.
-Parece un hot-dog muggle. -respondió Hermione.
-El vendedor lo llamó "panecillo". Dice que son riquísimos, y que ayudan a crecer.
Por el aspecto, posiblemente fueran riquísimos en enfermedades infecciosas. Y ayudaría a crecer hongos, setas e incluso bonsais allí plantados. De hecho, una tenue capa blancuzca recorría su superficie.
-Mejor que lo tires, Harry.
-Ni pensarlo. Me costó dos galeones. Parece ser que son una... ¿cómo dijo? "Demostración De La Comida Local En Nouveaux Cousine". Además, el pobre iba a la ruina...
-Será mejor que entremos. -sugirió el pelirrojo.
Avanzaron hasta las enormes puertas de la Universidad. Habían sido diseñadas por alguien que tenía en la cabeza cosas como Enorme, Gigantesco, Impresionante, Atemorizante e incluso, en algunas de las tallas más pequeñas, Obsceno. Demasiadas cosas en la cabeza como para tener una tontería como "Aldaba". O ni si quiera "Cerradura". Hermione, enérgica, llamó con la mano. Sonaron unos pasos arrastrados, y la puerta se abrió. Miraron. Luego miraron abajo. Una figura barbuda, con mono de trabajo verde y sombrero de paja, les observaba desde sus escasos 140 cm de altura.
-Hola, -saludó Hermione. -¿es esta la Universidad Invisible?
-Sí, señorita. ¿Son estudiantes?
-Mmm, queremos serlo.
-Normalmente no aceptan a estudiantes tan crecidos. -respondió el enano. -Hola, mi nombre es Modo. Soy el jardinero. También abro la puerta si no hay nadie pendiente.
-Encantada, Modo.
-Encantado. -imitaron Ron y Harry.
-Pasad, -dijo Modo. -intentaré hablar con alguien del cuerpo docente.
-¿El decano? ¿El prefecto mayor?
-No, seguramente estén en otra dimensión discutiendo por qué los Ancianos De Los Espacios Exteriores hacen "Plaf" al matar científicos curiosos, y no "Spuagg". O estarán en la Sala No-Común. Mejor busquemos a alguien que sé dónde estará: el tesorero.
Harry Potter y sus amigos arrastraron los baúles tras Modo, a través del jardín pentacentenario, hasta llegar al edificio principal de la UI: una estructura que parecía como si cientos de torres, contrafuertes, almenas y muros se hubieran apiñado entre sí para darse calor. Pero en lugar de entrar en la puerta principal, rodearon el edificio hasta vislumbrar el impresionante, redondeado y vibrante Edificio de Altas Energías. Y al lado, entre montones de abono quasi-vivos, la caseta de Modo. Allí estaba apoyado el tesorero, boca abajo.
-¡Pobre hombre! -dijo Hermione. -¿Cómo es que está así? ¿Algún conjuro?
-No, señorita, es uno de los estados que suele tener. Lo llamamos etapa rígida. Ahora lo uso como pala.
-¡Eso es terrible!
-No se crea: la tierra no es tan escrupulosa. ¡Tesorero!
El tesorero manifestó un tic en el ojo.
-Ah, eso significa que pronto saldrá del estado. ¡Tesorero! ¡Estudiantes!
-¡¡ARRGGG!! -dijo el tesorero.
-Mmm, dos exclamaciones, no está demasiado mal. Háblenle, háblenle.
-Disculpe señor, -dijo tímido Harry. -queremos ser estudiantes de magia.
-¡Números! -susurró Modo. -¡Hable de números!
Hermione tomó la palabra:
-Queremos incluirnos como alumnos de primer año. Eso significará que tiene usted que calcular los gastos de manutención, dormitorio, limpieza, y el honorario de los profesores. Además, debe organizar la situación de las habitaciones, los horarios de comidas. Debe facilitarnos los programas de estudios...
-Es buena. -dijo el enano.
-Sí que lo es. -babeó Ron.
Finalmente, el tesorero, en el fiel mundo de la economía, despertó. Y se dirigió con paso tembloroso a su despacho, balbucenado "organizar", "calcular", "interés variable", y otras palabras de jerga administrativa.
-Perfecto. -dijo el enano. -Si mientras quieren asistir a alguna clase, pueden acercarse al edificio de Magia de Altas Energías. Allí está el Catedrático de Escritos Invisibles, Ponder Stibbons. Es el que tiene una túnica llena de bolsillos y gafas de pasta negras.
-Muchas gracias. Es usted muy amable. -dijo Harry. Andaron por el cuidado sendero de piedras, y llamaron silenciosamente a la puerta. Sonaron extraños gritos tras ella:
-¡Machaca a ese Sucker!
-¡Maldita sea, se te acaba el combustible!
-¡No te preocupes, ahí hay rations!
Abrieron con cuidado la puerta, y se encontraron con que el edificio era una sola sala, enorme, dominada en el centro por una columna de chiporroteante metal, porcelana, madera y otros objetos. En una esquina había un nutrido grupo de estudiantes, pero Harry, Ron y sobretodo Hermione observaban la columna central, que parecía un giroscopio construido por alguien que nunca había visto el mar. Allí, chispas de magia pura giraban y se contorneaban, en tonos azules, verdes, naranjas y octarinos.
-¿Qué es eso? -preguntó en voz alta Hermione.
-Es el acelerador de thaumos, señorita. -dijo una educada voz a sus espaldas. -¿Quiénes son ustedes?
Hermione se volvió, y se encontró de cara con el miembro más joven del cuadro docente de la Universidad. Ponder Stibbons apenas tenía cuarenta y pocos años. La naturaleza no le había concedido barba, nariz prominente, cejas espesas o calvicie prematura. Bueno, quizás lo último sí un poco, pero para algo llevan los magos sombreros picudos.
-Buenas tardes. Queremos ser estudiantes de esta institución. Venimos de Hogwarts, en una dimensión paralela, y ya está tramitándose nuestra inclusión.
-¿La de los tres? -preguntó de repente Ponder.
-Sí, ¿por qué?
-Bueno, porque desdmmmmm mmmningunammmm mmmm mmmaquí.
-¿Qué?
Ponder Stibbons había conocido a Yaya Ceravieja, bruja de Lancre, y esperaba no volverse a encontrar con unos ojos como aquellos. Hermione, por supuesto, no era rival para Yaya en mirar, pero podía haberle hecho sudar un rato. Tragó saliva.
-Que desde principios del Siglo del Murciélago Fruguívoro ninguna mujer ha estudiado en esta Universidad.
-¿Y SE PUEDE SABER QUIÉN ES EL RESPONSABLE DE ELLO?
Mientras, Harry y Ron se habían acercado a los estudiantes, que no les prestaron atención. En lugar de ello, estaban centrados en una pantalla, donde chispas octarinas delataban su magia. La pantalla era una parte más de un enorme artefacto que parecía haber sido fabricado de forma muy sencilla al principio, pero luego fue complicándose porque el aparato notó que necesitaba más potencia, y él mismo se hubiera añadido anexos. Realmente, así es cómo pasó. HEX, la máquina pensante de la Universidad Invisible, era en el principio un sistema de computar cálculos sencillos dependiendo de si una fila de hormigas pasaba o no por sus tubitos. Actualmente era capaz de realizar hechizos complejos, crear universos en miniatura (sólo tras una reacción de fusión taumatúrgica) y, más habitualmente, crear videojuegos.
-¡Mata a ese conejo mutante! -gritaba uno de los estudiantes, cuyo rostro se escondía entre una mata espesa de pelo, dejando sólo su nariz para espiar el paisaje.
-¡Cuidado, cuidado, cuidado! ¡Que de ahí sale el Monstruo Geniculado!
-En las rodillas, hay que darle en las rodillas.
-¡¡Ya está!! ¡¡¡Debes meter la "Llave con forma de vaca humorística" en el "Artilugio que ni los programadores saben para qué sirve"!!!
-¡Espera! ¡Estás bajo de maná!
-RON WEASLEY, HARRY POTTER, VENID AQUÍ. -gritó Hermione.
Ambos se volvieron a mirar a su amiga, que estaba con los brazos cruzados y el rostro congestionado por la ira.
-¿Dónde vamos? -preguntó Ron.
-A ver al Archicanciller de esta institución. Quiero hablar en persona con el señor Mustrum Ridcully.

Mustrum Ridcully era el Archicanciller, esto es, el puesto más elevado, de la Universidad Invisible. Eso debería convertirle en el mago más poderoso del Disco, pero se sería así si Mundodisco fuera un lugar ordenado y lógico. Mustrum Ridcully, alias el Marrón, fue elegido durante una asamblea de las Ocho Órdenes mágicas, que tras desafortunados accidentes multidimensionales en los que habían perecido los anteriores quince Archicancilleres (excepto dos de ellos, que murieron a causa de Escorpión Bajo La Almohada y Gota De Grasa Estratégicamente Situada), habían decidido que la mejor idea es tener un Archicanciller tranquilo. Así que pensaron en alguno de aquellos magos de los bosques, pacíficos y amigos de los animales. Ridcully era un mago de los bosques, bélico y amigo de tener animales disecados como trofeos de caza. Desde entonces, nadie ha conseguido matarlo, y ya nadie lo intenta, porque todo el mundo se volvió muy alérgico a los dardos de su ballesta. Hermione estaba plantada delante de Ridcully, así que él tenía que mirarla a través del frondoso bigote.
-... MACHISTA RETRÓGRADA Y ARCAICA QUE ... -decía.
Mustrum estaba bastante tranquilo, sin embargo, aún no había pasado el suficiente tiempo como para que la información llegara a su cerebro. Finalmente, habló:
-El último caso de maga que se conoce fue la señorita Eskarina Herrero, y tras la experiencia, realmente me veo obligado a negarle la solicitud.
-¡Usted lo ha querido! -gritó Hermione, mientras sacaba su varita.
Ron y Harry miraron a su amiga con temor: nunca la habían visto tan alterada. Pero Ridcully miró la varita con curiosidad. Luego exclamó:
-Vaya, no sabía yo que usted fuera Hada Madrina. Entonces le habría tratado con más respeto. Discúlpeme.
-¡¡¡EXPILLIARMIUS!!!
El hechizo salió rojo de furia de su varita, y se encontró con la primera de las ochocientas ochenta y ocho capas de conjuros que protegían habitualmente a Ridcully (cuando estaba descansando). Al rebotar, impactó en Harry y le hizo saltar hacia fuera del despacho, chocando con una figura vestida con una túnica roja.
-¡Más cuidado! -dijo la figura.
-Discúlpeme.
Harry se levantó del hombre, que más bien parecía un roedor gigante, con una barba un tanto rala y un sombrero donde se leía con dificultades "Echicero".
-Perdone, señor.
-¿Sí? ¿No ves que estoy ocupado? ¡Tengo que organizar todos los libros del departamento de Geografía Cruel Y En Desuso!
-Es que, hechicero se escribe con "h".
-Me alegro que sepa usted escribir. Y ahora, si me disculpa...
Hermione estaba con la boca abierta, tanto por haber hecho lo que acababa de hacer, como por el poco efecto que había tenido.
-Señorita, por favor, no insulte mi inteligencia con conjuros tan sencillos. Veo que usted ya ha recibido clases de magia antes, pero era magia menor. Será mejor que aprenda conjuros mejores si quiere sobrevivir. Así que está bien, le acepto en la Universidad, pero por el amor de Ío, no vuelva a lanzar un hechizo contra uno de los profesores.
-Lo sientos señor. -dijo Hermione roja de vergüenza.
-Podría sentarles mal, y la última vez tardamos dos semanas en devolver a aquel estudiante a su forma original. Y todavía estornuda pepitas de sandía.

Hermione, Harry y Ron fueron acompañados amablemente por la señora Panadizo hacia sus habitaciones. La señora Panadizo iba delante, abriendo camino (camino suficiente como para construir una autopista, diría alguien con poco sentido común estando tan cerca la señora Panadizo). A su paso, los estudiantes se apretaban contra la pared, para volver a cerrar filas, habitualmente encima de Ron. A duras penas llegaron a los dormitorios de los estudiantes. Allí, una de las habitaciones de la Universidad permanecía vacía. Sólo un par de camas un tanto maltrechas, un armario y un póster medio arrancado donde se podía leer "La Banda Con Roc..." permanecían tras la huida del anterior propietario. Harry supo de inmediato que los bajos de la cama serían cementerios de chicles.
-Este será el cuarto de los chicos. Ven, preciosa, vamos a ver tu cuarto.
Con una alegre sonrisa, la señora Panadizo desanduvo todo el camino, y bajó al lugar de la UI donde ningún mago con sentido común se acercaría, a pesar de poder enfrentarse a demonios, seres de los planos exteriores y a la misma Muerte (alrededor de una vez al mes, durante el rito de CuesthiEnte, para ver si él tenía alguna idea de por qué estaba el Disco al borde de su detrucción oootra vez). Era la zona de servicio.
-Dormirás en la habitación de la pequeña Esk. ¿Cómo te llamas?
-Hermione Granger, señora.
-Bien, Hermione. Te levantarás a las 6 de la mañana. Mañana te pasaré los turnos de limpieza. Espero que sepas cocinar, porque Ío sabe que necesitamos más cocineras aquí abajo.
-Señora, creo que se confunde.
-¿Perdón?
-Yo soy estudiante.
La risa de la señora Panadizo rebotó en los góticos bajorrelieves y en los barrocos arcos, hasta que se detuvo inmediatamente.
-Ese es el conjuro de silencio. Ahora, guíeme a mi habitación, y le devolveré la voz.
La señora Panadizo miró ofendida a Hermione. En su mirada se leía claramente "Informaré de esto a las autoridades competentes". Pero Hermione se encongió de hombros. Había visto a las "autoridades competentes": uno siendo usado como pala, otro sin saber muy bién en qué mundo estaban, unos cuantos deslizándose tras sus barrigas en la sala no-común e incluso había lanzado un hechizo contra uno de ellos. Menudo cuadro el personal docente de aquella universidad, pensaba Hermione, sólo falta un simio...

Una vez instalados en las habitaciones, Hermione se dirigió a la Biblioteca, que era en sí un edificio anexo a la universidad. Se accedía a ella a través de unas pesadas puertas, diseñadas para resistir cualquier intento de escapar de la Biblioteca. Su interior estaba cubierto por una enorme cúpula de cristal, que permitía a la lenta y pesada luz del Mundodisco iluminar la sala. Hermione atravesó el pasillo entre dos estanterías llenas de antiguos grimorios, encadenados o sujetos con grilletes y cadenas a las estanterías, no para que la gente no se los llevara, sino más bien para todo lo contrario. El susurro de miles de páginas vibrando y de los conjuros susurrándose unos a otros misterios insondables del Amanecer de la magia y noticias sobre la última moda en marcadores de página, llenaban el aire, acompañados por el chisporreteo de la magia pura que saltaba de los pesados volúmenes a los pararrayos estratégicamente situados en las estanterías. Hermione alcanzó el posible centro de la Biblioteca, donde se encontraba la mesa el Bibliotecario. Y entonces notó que una mano de tacto de cuero se aferraba a la suya.

Mientras tanto, Harry y Ron salieron a visitar la ciudad.
-Mira, ese es el amable señor que me vendió el panecillo.
-¿Al final te lo comiste? Harry se quedó pensativo.
-No, creo que lo dejé en el jardín.
Quizás el que en aquellos momentos Modo estuviera intentando matar con su pala un arbusto con forma vagamente porcina que emergía de lo que podría haber sido un panecillo no tuviera que ver con el descuido de Harry, sino que fuera una simple casualidad.
-¡Panecillos! ¡Compren sus panecillos! ¡Tan sólo 2 dólares de Ankh! ¡Y voy a la ruina oigan! ¡Compren ratas en un palillo! ¡Con ketchup! ¡Como hechas en la mina! ¡Compren granito rosa! ¡Especialidad del día, oigan! ¡Granito rosa, cómprenlo mientras permanezca volcánico!–decía el vendedor ambulante, mientras ambos pasaban a su lado.

 
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